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¿Ahorrar o pagar deudas? (1/2)


¿Qué hacer? ¿Ahorrar o pagar deudas? ¿Cuál resulta mejor inversión? ¿Siempre o puede variar? ¿Abono mi liquidez a mis deudas? En otras palabras: si debo, ¿valdrá la pena ahorrar? ¿Por qué sí? ¿O por qué no?
Las preguntas son válidas, sobre todo cuando es común que manejemos una “canasta” de productos financieros y podemos tener saldos tanto en nuestras cuentas de ahorro como en nuestras tarjetas de crédito.
Aunque no exista una fórmula o respuesta única, tu decisión debe buscar un punto óptimo entre asegurar cierto nivel de liquidez en tus finanzas (para apoyarte cuando surjan los siempre previsibiles imprevistos) y maximizar el rendimiento de tu dinero en un escenario, como el nuestro, donde las deudas pueden ser particularmente costosas.

Vamos por partes

Casi siempre, tu mejor decisión será abonar a deudas, sobre todo las deudas más costosas (yo les llamo “tóxicas”) como los saldos en tarjetas de crédito, préstamos de consumo y, obviamente, los “líos” con usureros y prestamistas.
Digamos que Gabriela recibió su doble sueldo de RD$100 mil. Por un lado, ella tiene desde hace un tiempo un balance en su “plástico” por ese monto, pero por otro lado ella quisiera aprovechar la oportunidad de hacer su primera aporte a un fondo de inversión que está y estará rindiendo muy bien en el próximo año.
Asumamos que el fondo le rendirá un juguso 10% y recordemos que a la deuda plástica en la actualidad se le aplica una tasa de interés anual del 60%. ¿Qué hacer? ¿Valdrá la pena aprovechar la inversión? ¿Es mejor saldar la deuda?

Los números hablan solos

Si hacemos la inversión, al final del año tendremos los RD$100 mil que invertimos y su primer fruto de RD$10 mil. RD$110 mil en total. Claro, como nos mantuvimos con el saldo en la tarjeta de crédito, durante ese año pagamos RD$60 mil en intereses al banco y seguimos debiendo los RD$100 mil originales.
¿Cuál es el resultado neto? Los RD$100 mil del fondo se netean pues aún se deben RD$100 mil en la tarjeta. Es decir, quedan en cero.
A los RD$10 mil que obtuvimos de retorno del fondo de inversión habría que restarle los RD$60 mil que pagamos en intereses plásticos.

¿Resultado? Durante el año perdimos RD$50 mil.

Ahora bien, ¿y si hubiésemos cancelado desde un inicio el saldo en la tarjeta de crédito? Ciertamente, cerraríamos sin el saldo de los RD$100 mil en el fondo y tampoco nos ganaríamos los RD$10 mil que generarían. Cero ahí.
Pero, pero, pero… La tarjeta de crédito también cerraría en cero y, lo más importante, ¡nos ahorramos los RD$60 mil en intereses pagados por ella!
En este caso, aún aplicado un costo de oportunidad de los RD$10 mil del fondo que no nos ganamos, nuestro resultado neto es un muy positivo RD$50 mil.
Visto de otra forma: ¿por qué limitarte a recibir un rendimiento de un 10% en un instrumento de inversión cuando puedes obtener un 60% en tu propia deuda? Ojo: Si el lío es con un usurero, tu beneficio puede ser 240% (¡y hasta 365%!)

Excepciones a la regla

Aún en el ejemplo anterior, mi recomendación probablemente sería abonar RD$70 mil o RD$80 mil a la deuda plástica, pero resguardar RD$20 mil o RD$30 mil de forma líquida (es decir, que puedas disponer de ese dinero fácilmente) para iniciar la conformación de nuestro “clavito” o fondo de emergencia.
La razón es sencilla: Luce muy bonito cancelar la totalidad de la deuda plástica, pero si luego surgiera alguna necesidad o inconveniente, ausente un “clavito” o ahorro en efectivo, recurriremos (¡nueva vez!) al ciclo de endeudamiento que tan perjudicial puede ser para nuestras finanzas.
En ese caso, es recomendable luego programarse a aplicar, ojalá que de forma automática, cada mes durante el siguiente año, RD$2.5 mil al saldo pendiente de la tarjeta para “limpiarla”, aún sigamos acarreando un todavía alto interés.
Claro: siempre evitando volver a utilizar la tarjeta para que no se vuelvan a generar consumos que terminamos financiando.
Tampoco sería buena idea abonar a deudas “buenas”, como por ejemplo una facilidad de crédito a tasa cero, muy baja o subsidiada, pues en ese caso mejor sería invertir los recursos (¡pero no gastarlos!) en un activo que genere un rendimiento atractivo o superior al interés que nos cuesta el financiamiento.
Como se ve, las finanzas personales no son tan difíciles como puede pensarse inicialmente. Muchas veces somos nosotros mismos que las complicamos, cuando lo cierto es que casi siempre el paso más sencillo, y el más cercano a nosotros, es el mejor que podemos tomar. Piénselo.
Fuente: Argentarium.com

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